Son golosinas ampliamente usadas y desgraciadamente tiradas en las aceras y calles de las ciudades.
Están compuestos en un 80% de plástico, además de azúcares, colorantes y resinas.
Los que no llevan azúcar suelen llevar edulcorantes.
Generan un doble problema: de salud: dentales, digestivos y de defensas (al ser altos en azúcares y aditivos) y medioambiental: (tardan una media de 5 años en degradarse), primero se petrifican y luego se van agrietando poco a poco y si se tiran en la naturaleza amenazan la supervivencia de especies animales y afecta a la cadena alimentaria.
Anualmente, cuesta millones de euros eliminarlos de las calles: por lo que conviene no masticarlos y menos tirarlos.
¿Qué tal probar con un palito de regaliz, semillas de girasol o calabaza o propóleo en trozos?